Uno de los temas para reportajes que más nos han llamado para realizar, y para los que hemos viajado por toda España, Marruecos, Turquía y Egipto, ha sido cubrir acontecimientos ecuestres, un tema que nos apasiona, bien campeonatos, yeguadas o exhibiciones. Y si el mundo de los caballos en general nos entusiasma, los caballos árabes en particular son nuestro sueño.
El caballo árabe es la raza más pura de caballos que existe, pues no ha cambiado en los últimos 4.500 años. Es un caballo no muy alto, pero fuerte y rápido; fiel y fácil de enseñar, pero a la vez con un carácter orgulloso y muy nervioso pues tiene gran temperamento. Los caballos árabes tienen una cabeza en forma de cuña y bien refinada, frente amplia, ojos grandes, fosas nasales grandes y hocicos pequeños. La mayoría despliega un perfil distintivamente cóncavo. Muchos caballos árabes también tienen un pequeño aumento en la frente entre los ojos, llamado "jibbah" por los habitantes del desierto. Una característica única del caballo árabe es el andar con su cola izada, la bandera.
Aunque hay leyendas sobre el orgien del caballo árabe, remontándose al profeta Ismael, la más bonita y romántica es la que se refiere a las cinco yeguas de Mahoma.
Al Khamsa, las cinco yeguas de Mahoma
Entre las muchas leyendas sobre su origen, hay una que dice que todos los purasangres árabes descienden de las cinco yeguas preferidas de Mahoma. Hoy, las opiniones sobre el origen del purasangre árabe son muchas y dispares, y las más fundadas no se basan en esta leyenda. Pero aún así, no cabe duda de que las recomendaciones del Profeta, con recompensas en la vida eterna para los criadores de caballos puros, son las que han lanzado al purasangre árabe a su actual posición de padre y creador de todas las actuales razas de caballos ligeros selectos.
La leyenda de las cinco yeguas es una de las clásicas referencias cuando la literatura árabe habla de los orígenes del caballo árabe puro. El profeta Mahoma, un día, manda recoger más de cien de entre las mejores yeguas de sus ejércitos, y las manda encerrar en un corral,construido cerca de un riachuelo, aguadero conocido por las yeguas y famoso por su agua cristalina y fresca. Aquí el número mágico de las cien yeguas lo podemos comparar con el de los cien caballos regalados a Ismael.
Las yeguas, en el encerradero, no disponen de abrevadero ni tienen acceso a agua alguna. Así los tiene, a pleno sol, durante unos días.Luego el Profeta manda abrir los portones y las yeguas se lanzan, a todo galope y relinchando, en dirección del agua. En este preciso momento, Mahoma ordena tocar la corneta para llamarlas. Para muchas yeguas, la sed es más fuerte que la obediencia, pero cinco de ellas dan media vuelta antes de beber ni una sola gota de agua. A pesar de la sed, acatan la señal y vuelven con sus dueños.
El Profeta las bendice acariciándoles las crines de la frente con su mano y les da a cada una su nombre : Obayah, Kuhaylah, Saqlauiyah,Hamdaniyah y Habdah. Son, desde entonces, las cinco yeguas del Profeta,Al Khamsa al Rasul.